El Futuro deseable es sin la economía verde

por Edgar Jaimes, Profesor Titular de la Universidad de Los Andes (ULA), Núcleo Universitario “Rafael Rangel”. Grupo de Investigación de Suelo y Agua (GISA). Trujillo. Venezuela. Premio Nacional de Conservación “Dr. Enrique Tejera”.

INTRODUCCIÓN

En el borrador “CERO” publicado por la ONU el 12-01-2012 (1), con motivo de la Cumbre de La Tierra “Río + 20”, se hace una apología de la Economía Verde, mostrándola como la pieza faltante del rompecabezas en que se ha convertido el “Desarrollo Sostenible”, veinte años después que la Comisión Mundial sobre Ambiente y Desarrollo propuso la premisa de la sustentabilidad con el fin de: “…satisfacer las necesidades y aspiraciones de la generación presente, sin comprometer la habilidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas…aplicando medidas apropiadas de conservación y protección ambiental…” (Gabaldón, 2006).

El propósito ahora es insertar el concepto de la economía verde en el contexto del desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza, partiendo del supuesto que bajo esa visión socio-económica y política debe mejorarse el bienestar del ser humano y la equidad social, a la vez que reduce significativamente los riesgos ambientales y las deficiencias ecológicas, porque sería un modelo productivo que generaría bajas emisiones de carbono, utilizaría los recursos de forma eficiente y sería socialmente incluyente (PNUMA, 2011).

Más allá de las buenas intenciones implícitas en los objetivos de la economía verde, tales como: 1º) utilizar los recursos renovables dentro del marco de su capacidad regenerativa; 2º) compensar la pérdida de recursos no renovables mediante la creación de sus sustitutos renovables; 3º) limitar la contaminación dentro de la capacidad de absorción de la naturaleza y 4º) mantener la estabilidad y resiliencia del ecosistema; es pertinente recordar que los puntos focales de ese “nuevo” modelo económico están sustentados por la “…demanda y oferta de productos y servicios amigables mejoradores del ambiente, por consiguiente protectores y potenciadores del bienestar humano…” (PNUMA, Op. Cit.).

Es decir, ahora la intención es la de relanzar los mismos conceptos y parámetros de la vieja economía para formular una nueva estrategia económica que sirva como pivote central del desarrollo sostenible para las próximas décadas; pretendiendo que la gente olvide que esas mismas premisas han sido la causa principal de crisis o amenazas concurrentes como las del cambio climático, disminución de la biodiversidad, el incremento de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), la escasez-encarecimiento de los productos de la cesta agro-alimentaria, del agua potable, del saneamiento ambiental y del colapso económico-financiero mundial, entre otros problemas; cuyas consecuencias han resultado desastrosas para la humanidad toda vez que más de 2.600 millones de personas vivan hoy en extrema pobreza y casi 1000 millones continúen sin tener acceso al agua potable

El objetivo de esta contribución es la de realizar un análisis crítico del borrador “CERO” específicamente en lo relativo a la propuesta de una Economía Verde, como la quinta esencia del desarrollo sostenible, contrapuesta a la visón alternativa del mundo que realmente desea la humanidad para el futuro.

EL VERDADERO SIGNIFICADO DE LA “NUEVA ECONOMÍA VERDE”

La “Economía Verde”, término ampliamente divulgado por la red mediática mundial como la nueva estrategia industrial-tecnológica para neutralizar los efectos del cambio climático, viene a constituir la nueva visión capitalista del mundo, cuyo objetivo principal es utilizar la biomasa terrestre como fuente productiva de materia, energía e información, con el fin último de seguir potenciando los sistema productivo que, durante los últimos cincuenta años, han depredado y explotado los bienes naturales, y al hombre mismo, provocando el cuadro de deterioro-degradación del planeta, pero ahora oculto dentro de un esquema de desarrollo humano sustentable.

Según los teóricos que sustentan la “Economía Verde”, la nueva estrategia de producción-consumo girará en torno a la producción primaria del planeta Tierra que, según estimaciones de varios expertos, sobrepasa los 250.000 millones de toneladas-año de biomasa o materia viva. De ese total, solo 62.000 toneladas-año es utilizado para satisfacer las necesidades humanas y los requerimientos industriales actuales. La diferencia (188.000 toneladas-año) queda a disposición del nuevo modelo productivo basado en la “Economía Verde”; es decir, con fines de renta o lucro capitalista.

Para la “racionalidad capitalista” ese 86% de la biomasa no utilizada puede convertirse en el principal objetivo-meta de la industria como fuente de carbono “verde” para abastecer, o parcialmente sustituir, los combustibles fósiles del carbón “negro” provenientes del petróleo; esto es, el carbón y gas que actualmente sostienen a las economías industriales que soportan al modelo capitalista, responsables directos del cambio climático que está destruyendo al planeta Tierra.

Lo que se vende como un cambio benigno y benéfico, del carbón negro al carbón verde, es un vulgar despojo global de recursos naturales para sustentar una nueva fuente de riqueza corporativa. Si esta apropiación tiene lugar, podría consumarse un nuevo atropello contra la humanidad, profundizando la injusticia, la pobreza y el hambre en el mundo. Acaparar los frágiles ecosistemas para ampliar los inventarios de carbono es una acción criminal contra la humanidad que vive en un planeta ya en crisis.

Por lo tanto, en lugar de aceptar las falsas promesas de una nueva Bio-Economía los pueblos del mundo deberían rechazar las propuestas de los nuevos amos de la biomasa toda vez que están dirigidas a materializar el más descomunal robo-saqueo de recursos naturales que se conozca.

¿QUIÉNES SON LOS NUEVOS AMOS DE LA BIOMASA?

La respuesta a esta pregunta está contenida en el trabajo publicado por ETC, GROUP (2), según el cual “… las mismas empresas trasnacionales que impulsaron la dependencia del petróleo durante el siglo XX pretenden ahora establecerse como los nuevos amos de la biomasa… sea que los autos se muevan con biocombustibles, las computadoras operen con bioelectricidad o las tarjetas de crédito se fabriquen con bioplásticos, no resulta demasiado relevante; lo más terrible de todo es que tendrán un control absoluto sobre los sistemas naturales de los que dependería la existencia de toda la humanidad…”.

De acuerdo con esta reflexión crítica, lo que se prefigura para el futuro inmediato es la instauración de un nuevo periodo de esclavitud humana. En efecto, los nuevos amos de la biomasa ya controlan buena parte de las tierras y los recursos biológicos del mundo y están encabezados por firmas como Cargill, ADM, Weyerhauser, Stora Enso, Tate & Lyle, Bunge, Cosan Ltd, Monsanto, Syngenta, Amyris Biotechnologies, Synthetic Genomics Inc., Genencor y Novozymes, DuPont, BASF, DSM, Duke Energy, BP, Shell, Total Oil, Chevron, ExxonMobil, Goldman Sachs, JP Morgan y Microsoft, Procter & Gamble, Unilever, Coca-Cola, entre las más visibles de este nuevo complejo industrial montado sobre la nueva ola de la “Economía Verde”.

Estas empresas de alta tecnología (biotecnología, nanotecnología y software) proporcionan nuevas herramientas para transformar, medir y explotar el mundo biológico, ayudando a desarrollar la mercantilización de la información genética y el despojo-apropiación de los recursos naturales y biodiversidad a través de consorcios farmacéuticos, químicos y de energía, asociados con los nuevos bio-empresarios para modificar sus procesos productivos y su abasto de materias primas.

ECONOMÍA VERDE: ¿EL RETORNO A UN MODELO ECONÓMICO SUSTENTABLE?

Históricamente sólo ha existido una economía de base biológica y ella data desde el origen de la agricultura en el planeta tierra, hace unos diez mil años. De allí que los promotores de la “nueva” Economía Verde la formulen erróneamente como el retorno a un modelo económico sustentable. Por el contrario, este modelo de producción-consumo constituye una reconfiguración de la vieja forma de producir, consumir, acumular capital y explotar, sólo que ahora se realiza a través del saqueo de una nueva fuente de carbono con el propósito de mantener en movimiento la maquinaria industrial capitalista.

En ese sentido, los sistemas productivos que sustentan la “nueva” Economía Verde poseen las mismas características del viejo capitalismo, esto es:

  • 1) Concentración de la energía y los recursos naturales por una clase privilegiada.
  • 2) División social del trabajo y máxima rentabilidad.
  • 3) Creación de nuevas necesidades y producción de bienes de baja durabilidad.
  • 4) Manejo parcelado de saberes, apuntalados por la competencia y el cientificismo.
  • 5) Maximización del caos y la entropía de los sistemas.
  • 6) Visión de la naturaleza en términos de su valor uso mercantil y potencial de lucro.

De allí que sea oportuno señalar que si hoy el viejo modelo económico pretende vestirse de “verde” no es por altruismo, ni por solidaridad o amor al prójimo; es porque ya sacó la cuenta en equivalentes de valor monetario de la riqueza que representa el carbón verde, propio de los ecosistemas terrestres superficiales, muy superior al contenido en los yacimientos sub-superficiales de carbón negro, minerales y gas; cuya explotación a lo largo de cien años ha provocado la miseria material-espiritual en la humanidad y la degradación ecológico-ambiental del planeta tierra.

Sobre el análisis de otros aspectos de la Economía Verde, en términos de los emplazamientos mundiales de la “biomasa”, sus cantidades equivalentes en valores monetarios, estrategias de inversión y los factores de la nueva geo-política verde; recomiendo a los lectores leer el dossier: “Los nuevos amos de la biomasa y el próximo asalto a la biodiversidad”, publicado en marzo de 2011 por la organización ETC GROUP (OP. Cit.).

VISIÓN SOCIAL DEL DESARROLLO SOSTENIBLE: EL FUTURO DESEABLE

Los sistemas que conforman este modelo de producción, a diferencia de la “nueva” Economía Verde, se caracterizan por:

  • 1) Desarrollo de sistemas productivos que tienen una organización y estructura interna heterogénea, ordenada y de baja entropía.
  • 2) Producción y distribución de bienes y servicios de alta durabilidad, con una concepción de totalidad, es decir en función de los requerimientos eco-sociales.
  • 3) Fomento de la necesidad del aprendizaje-enseñanza del conocimiento y los saberes en colectivo, como premisa de transformación social.
  • 4) Desarrollo de relaciones horizontales entre las personas a partir de la visión compartida de la realidad, privilegiando la solidaridad humana.

Por lo tanto, hablar del retorno a un modelo económico sustentable es falaz y tergiversador de la realidad porque más de mil millones de personas, entre agricultores, pueblos indígenas, pastores, pescadores, habitantes de los bosques y otras comunidades tradicionales, todavía permanecen independientes de la economía de los hidrocarburos, haciendo un uso sostenible de la tierra y con una visión ecológica y social; es decir, utilizando prácticas y sistemas productivos de baja entropía, alta resiliencia y biodiversidad y, en consecuencia, dejando impresa una huella ecológica de baja intensidad en la superficie del planeta.

CONCLUSIÓN GENERAL

Con base en las reflexiones antes expuestas parece evidente que las décadas por venir estarán marcadas por una tenaz lucha entre dos visiones contrapuestas: la del Futuro que se desea en un mundo común enmarcado en el esquema del desarrollo humano sostenible y la degradante-expoliadora de la “Nueva-Vieja” Economía Verde.

Una cosa si hay que tener clara y es que la primera visión, desarrollo humano sostenible, depende exactamente de los mismos recursos naturales que la Economía Verde pretende tomar y utilizar para fines industriales y energéticos sin reconocer, y menos respetar, que esa “biomasa” no solamente es utilizada como una base sostenible de recursos naturales por millones de personas, organizadas en pueblos-comunidades independientes y soberanas, sino que además está profundamente interconectada con sus culturas y sistemas de conocimiento, lo que las hace, y seguirá haciendo, sociedades humanas autogestionarias y sustentables.

REFERENCIAS ELECTRÓNICAS Y BIBLIOGRÁFICAS

(1) http://www.uncsd2012.org/rio20/content/documents/

(2) http://opsur.files.wordpress.com/2011/04/biomass.pdf

GABALDÓN, A. J. 2006. Desarrollo sustentable. La salida de América Latina. Editorial Grijalbo. Caracas, Venezuela. 489 p.

PNUMA. 2011. Hacia una economía verde. Guía para el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza. Síntesis para los encargados de la formulación de políticas. (www.unep.org/greeneconomy)

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El Futuro que Queremos es Otro Futuro

por Gustavo Marin, Foro para una nueva Gobernanza Mundial, Asamblea ciudadana del Cono Sur.

Es claro que la sociedad civil debe levantar su propia voz y no limitarse a pretender influir en el documento oficial de la ONU. Después de Copenhague, Cancun y Durban se ha confirmado, repetidamente, que no se puede esperar que los documentos oficiales de la ONU reflejen las tareas urgentes frente a los grandes desafíos que aquejan la vida y el planeta en este comienzo de siglo 21.

Mas allá de la voluntad de algunos jefes de estado y de algunos funcionarios de organismos intergubernamentales, el problema central que tienen organismos como la ONU es que agrupan precisamente a jefes de estados y, también ya lo hemos constatado, el estado, pudiendo ser aún en algunos países, una institución necesaria para intentar regular algunos mecanismos de mercado, o permitir una cierta distribución para paliar la precaria situación de los más pobres, o intentar proteger a los sectores laborales, es al mismo tiempo una institución que está llamada a ser superada por nuevas instituciones capaces de potenciar las energías democráticas que conllevan los ciudadanos y los pueblos. Han pasado veinte años desde la Cumbre de la Tierra en Río en 1992. El mundo ha seguido cambiando, profundamente, rápidamente, y los desafíos no sólo siguen pendientes sino se han tornado mas urgentes.

 

Los ciudadanos y los pueblos tenemos una oportunidad histórica de tomar la palabra y presentar otra visión de futuro, radicalmente diferente a la propuesta en el documento oficial de la ONU. El Futuro que Queremos es Otro Futuro. Otro Futuro es urgente, posible, factible, que está ya en camino a través de las luchas de los Indignados, de Occupy Wall Street, de los estudiantes chilenos, de los pueblos árabes, en los miles y millones de ciudadanos organizados en las redes de economía solidaria, en las organizaciones de mujeres, de pueblos originarios, en las redes sociales de un Internet participativo, en las universidades y centros de investigación con intelectuales innovadores, en los actores de partidos progresistas, en algunos gobiernos responsables, en algunos funcionarios que en las mismas agencias de la ONU intentan apoyar las políticas necesarias para resolver los grandes problemas que estamos enfrentando.

 

Por eso necesitamos cambiar la agenda. En lugar de seguir la agenda oficial, los ciudadanos tenemos que poner las prioridades donde deben estar. Para ello, el Foro Social Temático en Porto Alegre, en los próximos días, del 24 al 29 de Enero, y la Cumbre de los Pueblos durante Rio+20 constituyen dos momentos claves donde debemos dejar la huella de ese otro futuro que queremos.

 

Los cuatro ejes temáticos del Foro de Porto Alegre nos dan un marco pertinente precisamente para cambiar la agenda.

Para ello el primer eje es el de los fundamentos éticos y filosóficos. No se trata sólo de regular un cambio climático, o de impulsar una economía llamada verde, o pretender erradicar la pobreza, levantando una nueva institución o un Consejo para el Desarrollo Sustentable. Sabemos de antemano que ello no sólo es insuficiente, y lo mas probable es que los gobiernos no se pongan de acuerdo, sino además nos sigue llevando hacia un callejón sin salida. En lugar de pretender regular el cambio climático o económico, de lo que se trata es de cambiar de modelo de civilización. La humanidad ha entrado en una fase de transición histórica donde el desafío de construir nuevas civilizaciones, plurales, democráticas, en armonía con la Madre Tierra, constituye la tarea prioritaria. Esta no es una cuestión idealista. Es una tarea vital para la sustentabilidad de la vida y del planeta. Por eso, los fundamentos éticos y filosóficos constituyen el primer eje temático del Foro de Porto Alegre.

 

El segundo eje es el de los derechos humanos, los territorios, la defensa de la Madre Tierra. Este eje es fundamental también porque buscar enraizar la nueva agenda que tenemos que proponer en los territorios, los que están llamados a jugar un rol central en las nuevas economías y las nuevas organizaciones sociales en este siglo. Los estados y las empresas seguirán jugando un rol importante, pero serán los territorios articulados, desde el nivel local al mundial, los que constituirán la columna vertebral del mundo del futuro, que ya estamos construyendo en nuestras experiencias de economía solidaria, de agricultura agroecológica, de barrios comunitarios, de redes educativas…

 

El tercer eje es el de una nueva economía, de los bienes comunes y de la necesaria transición económica que debemos poner en marcha. Ya sabemos que el discurso de la economía verde que promueve el documento de la ONU no sólo es una argucia ideológica, sino además es irrealisable en el marco de un modelo capitalista que aunque se vista de verde, seguirá profundizando las desigualdades sociales y provocando nuevas crisis. La nueva economía que el mundo precisa debe promover la cultura y la economía del cuidado, hacer posible la seguridad alimentaria, combatir la dominación patriarcal, promover la equidad en las relaciones de género, una justa división y distribución del trabajo socialmente útil, una nueva economía centrada en los bienes comunes.

 

Se requiere de una vez por todas hacer frente a la tiranía del capital financiero y especulativo. Para ello es preciso implantar impuestos globales orientados a cambiar el modelo redistributivo. Estos impuestos deben favorecer la preservación de los bienes públicos globales. Entre esos impuestos hay que implementar lo antes posible el impuesto a las transacciones financieras internacionales y los impuestos que gravan las actividades que afectan al medioambiente y a la preservación de la biodiversidad. Sin embargo no se saca nada con imponer nuevos un impuestos globales si los recursos que se obtengan serán manejados por los mismos bancos… ¡o por el FMI! Se necesita crear un nuevo organismo, una suerte de Fondo Económico y Social Mundial conformado por un colectivo amplio que no dependa de los gobiernos mas poderosos, sino de un colegio ampliado de gobiernos, trabajadores, organizaciones sociales y empresarios responsables de la asignación de los fondos financieros definida de manera transparente.

 

Al mismo tiempo, es preciso organizar un nuevo sistema monetario articulando múltiples monedas y reforzando los pilares de un intercambio solidario, sustentable y democrático.

 

Con esta perspectiva debemos transitar del crecimiento ilimitado y predador hacia un “decrecimiento diferenciado” y un “crecimiento orgánico”. Se trata en el fondo de hacer posible la transición hacia una biocivilización por la sustentabilidad de la vida y el planeta, haciendo todo lo urgentemente necesario para implementar una estrategia eficaz de descarbonización, priorizando la extensión masiva de las energías renovables. Y dado que el cambio de las matrices energéticas es un proceso lento con inercias tecnológicas, culturales e institucionales, la sustentabilidad sólo puede tener éxito si, al mismo tiempo, dicho esfuerzo tecnológico es acompañado por un cambio progresivo pero profundo del estilo de vida, sobre todo en los países industrializados y recientemente industrializados, haciendo posible al mismo tiempo el ahorro de energía y la eficiencia energética.

 

Es evidente que estos cambios en las esferas económicas y tecnológicas requieren de una nueva institucionalidad. Por ello el cuarto eje temático del Foro de Porto Alegre es el de la gobernanza, la arquitectura del poder, la democracia. Los fundamentos éticos, los mejores proyectos sociales, económicos, tecnológicos, las mas promisorias experiencias pueden devenir impotentes sin un cambio profundo de la arquitectura del poder. Y en este punto, es evidente que no se trata sólo de crear una nueva agencia, o Consejo, o institución para el desarrollo sustentable. Desde hace años que frente a un problema, el sistema de la ONU responde creando una nueva institución o agencia. Se levantan Objetivos del Milenio y ahora el documento de la ONU habla de proponer Objetivos de Desarrollo Sustentable. Y en algunos años, el 2015 o el 2020, una nueva conferencia internacional constatará que los objetivos no han sido alcanzados y la agencia o Consejo no ha contado con el financiamiento presupuestado.

 

Un nuevo contrato social y político por la sustentabilidad de la vida y del planeta constituye una necesidad urgente. Sin embargo, la lógica de la competencia y de los bloques puede levantar obstáculos insalvables. Ante este escenario incierto, las organizaciones de la sociedad civil, las redes y movimientos sociales tenemos la responsabilidad de levantar y llevar adelante propuestas para enfrentar esos desafíos. Construir una nueva gobernanza no es sólo una cuestión institucional. Cualquier propuesta y diseño de gobernanza dependerá de la acción y la movilización de grandes mayorías de personas, actores, movimientos y pueblos. Esta es la cuestión decisiva. Por eso, hay que repensar la arquitectura de la gobernanza integrándola en la perspectiva de una biocivilización por la sustentabilidad de la vida y el planeta. La arquitectura de una gobernanza ciudadana, solidaria, justa debe reposar sobre sólidos pilares éticos y filosóficos. Debe también apoyarse y, recíprocamente hacer posible, una nueva economía orientada por una justicia social y ambiental.

 

Todos los ejes están inter-relacionados. Esto implica además, reconocer las diferentes sabidurías presentes en todos los continentes, en todos los pueblos, sin pretender que una sola sea la referencia indiscutible. Los fundamentos de una nueva gobernanza deben ser elaborados con espíritu crítico y democrático.

La Cumbre de los Pueblos que estamos preparando y que reforzaremos durante el Foro de Porto Alegre constituye un espacio y una oportunidad promisorios. La Cumbre de los Pueblos se merece un documento propio, autónomo, elaborado colectivamente por las diversas organizaciones, redes, alianzas, movimientos que estamos impulsando esta Cumbre. Los cuatro ejes temáticos del Foro de Porto Alegre pueden ayudarnos a sentar los pilares sobre los cuales construir la plataforma de los pueblos por el otro futuro que queremos.

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