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por Gustavo Marin, Foro para una nueva Gobernanza Mundial, Asamblea ciudadana del Cono Sur.
Es claro que la sociedad civil debe levantar su propia voz y no limitarse a pretender influir en el documento oficial de la ONU. Después de Copenhague, Cancun y Durban se ha confirmado, repetidamente, que no se puede esperar que los documentos oficiales de la ONU reflejen las tareas urgentes frente a los grandes desafíos que aquejan la vida y el planeta en este comienzo de siglo 21.
Mas allá de la voluntad de algunos jefes de estado y de algunos funcionarios de organismos intergubernamentales, el problema central que tienen organismos como la ONU es que agrupan precisamente a jefes de estados y, también ya lo hemos constatado, el estado, pudiendo ser aún en algunos países, una institución necesaria para intentar regular algunos mecanismos de mercado, o permitir una cierta distribución para paliar la precaria situación de los más pobres, o intentar proteger a los sectores laborales, es al mismo tiempo una institución que está llamada a ser superada por nuevas instituciones capaces de potenciar las energías democráticas que conllevan los ciudadanos y los pueblos. Han pasado veinte años desde la Cumbre de la Tierra en Río en 1992. El mundo ha seguido cambiando, profundamente, rápidamente, y los desafíos no sólo siguen pendientes sino se han tornado mas urgentes.
Los ciudadanos y los pueblos tenemos una oportunidad histórica de tomar la palabra y presentar otra visión de futuro, radicalmente diferente a la propuesta en el documento oficial de la ONU. El Futuro que Queremos es Otro Futuro. Otro Futuro es urgente, posible, factible, que está ya en camino a través de las luchas de los Indignados, de Occupy Wall Street, de los estudiantes chilenos, de los pueblos árabes, en los miles y millones de ciudadanos organizados en las redes de economía solidaria, en las organizaciones de mujeres, de pueblos originarios, en las redes sociales de un Internet participativo, en las universidades y centros de investigación con intelectuales innovadores, en los actores de partidos progresistas, en algunos gobiernos responsables, en algunos funcionarios que en las mismas agencias de la ONU intentan apoyar las políticas necesarias para resolver los grandes problemas que estamos enfrentando.
Por eso necesitamos cambiar la agenda. En lugar de seguir la agenda oficial, los ciudadanos tenemos que poner las prioridades donde deben estar. Para ello, el Foro Social Temático en Porto Alegre, en los próximos días, del 24 al 29 de Enero, y la Cumbre de los Pueblos durante Rio+20 constituyen dos momentos claves donde debemos dejar la huella de ese otro futuro que queremos.
Los cuatro ejes temáticos del Foro de Porto Alegre nos dan un marco pertinente precisamente para cambiar la agenda.
Para ello el primer eje es el de los fundamentos éticos y filosóficos. No se trata sólo de regular un cambio climático, o de impulsar una economía llamada verde, o pretender erradicar la pobreza, levantando una nueva institución o un Consejo para el Desarrollo Sustentable. Sabemos de antemano que ello no sólo es insuficiente, y lo mas probable es que los gobiernos no se pongan de acuerdo, sino además nos sigue llevando hacia un callejón sin salida. En lugar de pretender regular el cambio climático o económico, de lo que se trata es de cambiar de modelo de civilización. La humanidad ha entrado en una fase de transición histórica donde el desafío de construir nuevas civilizaciones, plurales, democráticas, en armonía con la Madre Tierra, constituye la tarea prioritaria. Esta no es una cuestión idealista. Es una tarea vital para la sustentabilidad de la vida y del planeta. Por eso, los fundamentos éticos y filosóficos constituyen el primer eje temático del Foro de Porto Alegre.
El segundo eje es el de los derechos humanos, los territorios, la defensa de la Madre Tierra. Este eje es fundamental también porque buscar enraizar la nueva agenda que tenemos que proponer en los territorios, los que están llamados a jugar un rol central en las nuevas economías y las nuevas organizaciones sociales en este siglo. Los estados y las empresas seguirán jugando un rol importante, pero serán los territorios articulados, desde el nivel local al mundial, los que constituirán la columna vertebral del mundo del futuro, que ya estamos construyendo en nuestras experiencias de economía solidaria, de agricultura agroecológica, de barrios comunitarios, de redes educativas…
El tercer eje es el de una nueva economía, de los bienes comunes y de la necesaria transición económica que debemos poner en marcha. Ya sabemos que el discurso de la economía verde que promueve el documento de la ONU no sólo es una argucia ideológica, sino además es irrealisable en el marco de un modelo capitalista que aunque se vista de verde, seguirá profundizando las desigualdades sociales y provocando nuevas crisis. La nueva economía que el mundo precisa debe promover la cultura y la economía del cuidado, hacer posible la seguridad alimentaria, combatir la dominación patriarcal, promover la equidad en las relaciones de género, una justa división y distribución del trabajo socialmente útil, una nueva economía centrada en los bienes comunes.
Se requiere de una vez por todas hacer frente a la tiranía del capital financiero y especulativo. Para ello es preciso implantar impuestos globales orientados a cambiar el modelo redistributivo. Estos impuestos deben favorecer la preservación de los bienes públicos globales. Entre esos impuestos hay que implementar lo antes posible el impuesto a las transacciones financieras internacionales y los impuestos que gravan las actividades que afectan al medioambiente y a la preservación de la biodiversidad. Sin embargo no se saca nada con imponer nuevos un impuestos globales si los recursos que se obtengan serán manejados por los mismos bancos… ¡o por el FMI! Se necesita crear un nuevo organismo, una suerte de Fondo Económico y Social Mundial conformado por un colectivo amplio que no dependa de los gobiernos mas poderosos, sino de un colegio ampliado de gobiernos, trabajadores, organizaciones sociales y empresarios responsables de la asignación de los fondos financieros definida de manera transparente.
Al mismo tiempo, es preciso organizar un nuevo sistema monetario articulando múltiples monedas y reforzando los pilares de un intercambio solidario, sustentable y democrático.
Con esta perspectiva debemos transitar del crecimiento ilimitado y predador hacia un “decrecimiento diferenciado” y un “crecimiento orgánico”. Se trata en el fondo de hacer posible la transición hacia una biocivilización por la sustentabilidad de la vida y el planeta, haciendo todo lo urgentemente necesario para implementar una estrategia eficaz de descarbonización, priorizando la extensión masiva de las energías renovables. Y dado que el cambio de las matrices energéticas es un proceso lento con inercias tecnológicas, culturales e institucionales, la sustentabilidad sólo puede tener éxito si, al mismo tiempo, dicho esfuerzo tecnológico es acompañado por un cambio progresivo pero profundo del estilo de vida, sobre todo en los países industrializados y recientemente industrializados, haciendo posible al mismo tiempo el ahorro de energía y la eficiencia energética.
Es evidente que estos cambios en las esferas económicas y tecnológicas requieren de una nueva institucionalidad. Por ello el cuarto eje temático del Foro de Porto Alegre es el de la gobernanza, la arquitectura del poder, la democracia. Los fundamentos éticos, los mejores proyectos sociales, económicos, tecnológicos, las mas promisorias experiencias pueden devenir impotentes sin un cambio profundo de la arquitectura del poder. Y en este punto, es evidente que no se trata sólo de crear una nueva agencia, o Consejo, o institución para el desarrollo sustentable. Desde hace años que frente a un problema, el sistema de la ONU responde creando una nueva institución o agencia. Se levantan Objetivos del Milenio y ahora el documento de la ONU habla de proponer Objetivos de Desarrollo Sustentable. Y en algunos años, el 2015 o el 2020, una nueva conferencia internacional constatará que los objetivos no han sido alcanzados y la agencia o Consejo no ha contado con el financiamiento presupuestado.
Un nuevo contrato social y político por la sustentabilidad de la vida y del planeta constituye una necesidad urgente. Sin embargo, la lógica de la competencia y de los bloques puede levantar obstáculos insalvables. Ante este escenario incierto, las organizaciones de la sociedad civil, las redes y movimientos sociales tenemos la responsabilidad de levantar y llevar adelante propuestas para enfrentar esos desafíos. Construir una nueva gobernanza no es sólo una cuestión institucional. Cualquier propuesta y diseño de gobernanza dependerá de la acción y la movilización de grandes mayorías de personas, actores, movimientos y pueblos. Esta es la cuestión decisiva. Por eso, hay que repensar la arquitectura de la gobernanza integrándola en la perspectiva de una biocivilización por la sustentabilidad de la vida y el planeta. La arquitectura de una gobernanza ciudadana, solidaria, justa debe reposar sobre sólidos pilares éticos y filosóficos. Debe también apoyarse y, recíprocamente hacer posible, una nueva economía orientada por una justicia social y ambiental.
Todos los ejes están inter-relacionados. Esto implica además, reconocer las diferentes sabidurías presentes en todos los continentes, en todos los pueblos, sin pretender que una sola sea la referencia indiscutible. Los fundamentos de una nueva gobernanza deben ser elaborados con espíritu crítico y democrático.
La Cumbre de los Pueblos que estamos preparando y que reforzaremos durante el Foro de Porto Alegre constituye un espacio y una oportunidad promisorios. La Cumbre de los Pueblos se merece un documento propio, autónomo, elaborado colectivamente por las diversas organizaciones, redes, alianzas, movimientos que estamos impulsando esta Cumbre. Los cuatro ejes temáticos del Foro de Porto Alegre pueden ayudarnos a sentar los pilares sobre los cuales construir la plataforma de los pueblos por el otro futuro que queremos.